“Callando se aprende a oír, oyendo se aprende a hablar”
- Por: Katia Maldonado
El sabio filósofo griego Diógenes (412-323 a. C.) afirmó: “Callando es como se aprende a oír, oyendo es como se aprende a hablar; y luego, hablando se aprende a callar”.
Estar callados a veces nos cuesta un mundo, nos da miedo y sentimos que no hablar nos vuelve “seres pasivos”; pero si no sabemos callar, no aprenderemos a oír ni seremos capaces de hablar con propiedad y sensatez.
Hoy, a nivel mundial estamos viviendo un tiempo difícil, donde estamos dentro de nuestras casas debido a la cuarentena por la pandemia del COVID-19, y convivimos con la familia las 24 horas del día y en esa convivencia a veces callar se nos vuelve difícil.
Está comprobado científicamente que los momentos de silencio provocan la neurogénesis (nacimiento de nuevas neuronas), además ayuda a menguar diversos problemas nerviosos, de salud mental, y física.
Callar es un arte que facilita el diálogo, es una herramienta que nos puede acercar, conocernos y unirnos más. Este es un tiempo para darnos cuenta de los beneficios de saber callar.
- Demostrarás respeto por el otro. Callar y escuchar sin juzgar hace florecer las relaciones.
- Meditarás antes de hablar. Serás más sabio para tomar decisiones porque no hablarás por impulso, sino con discernimiento.
- No tendrás que arrepentirte por hablar a la ligera. Lo que hables lo habrás analizado y reflexionado.
- Desarrollarás la empatía. El que calla tiene la capacidad de ponerse en la posición del otro, comprenderlo, apoyarlo y ayudarlo.
Callar nos beneficiará a nosotros antes que a los demás, porque nos dará un equilibrio sano con nosotros mismos…con nuestra paz interior. Así que, quizá hoy es hora de dejar hablar a los demás y aprender de ellos.